Los alumnos hicieron un doble periplo: el primero, un viaje físico de hora y media hasta llegar al colegio San Bartolomé, lugar de la representación. Allí, en un parque cercano al colegio, disfrutaron en compañía del bocata de media mañana. Y el segundo, más extraño, intenso e inquietante, de la mano de la compañía teatral, se adentraba en la peligrosa senda de una noche cualquiera del Madrid de 1920. Ayudados por las “luces” de la ceguera de Max Estrella y “cómplices” de la picaresca de Don Latino, nuestros alumnos se acercaron de puntillas y con sigilo a unas costumbres quizá desfasadas por la línea incansable del tiempo, pero pudieron comprobar que, en el seno de la crítica de Valle-Inclán, la actitud picaresca, casi antropófaga y esperpéntica de la vida no ha caído, en absoluto, en desuso, sino que sigue siendo un trasunto de una filosofía ibérica.
Ha resultado ser una experiencia muy motivadora para los alumnos, ya que han sido compañeros de viaje de Max estrella en esta grotesca estilización de la España de principios del siglo XX.